Los secretos del buen dormir

Cada persona es un mundo y más en la cama. Hay quienes según la tocan  consiguen dormirse y caen rendidos en los brazos de Morfeo y hay otros que pueden pasar horas dando vueltas hasta conseguir comenzar a soñar.Pero muchas veces el tema va de gustos, como los colores. Hay personas a las que les gusta las camas duras y las almohadas bien altas, a otras sin embargo, las camas duras y las almohadas blanditas les parecen la opción perfecta para descansar.

A la hora de escoger un buen colchón hemos de tirar los mitos por la ventana, no siempre un colchón duro es lo mejor para nuestro descanso sino que, tenemos que atender a diversos factores únicos de cada persona. Como por ejemplo, el índice de masa corporal, la circulación sanguínea, el estado de salud de nuestras cervicales y sobre todo nuestros gustos. Lo mejor es que si nos sentimos cómodos en una cama blandita no cambiemos a una dura por mucho que nos digan que es mejor para nuestra espalda, ya que al final acabaremos teniendo dolores por todo el cuerpo.
Pero nuestra salud a la hora de dormir no solo depende de la calidad de un colchón sino, de lo que comemos o cenamos.  Y tomar un vaso de leche con galletas está comprobado que ayuda a dormir. Así lo asegura Carmen Barriga, catedrática de Fisiología de la Universidad de Extremadura. Otros alimentos que son convenientes antes de dormir son los frutos secos, los plátanos, frutos rojos, tomate o cerezas. Sin embargo es desaconsejable tomar productos como café o té y alimentos que contengan vitamina C como la naranja o el kiwi.

Otro secreto relacionado con el dormir, es la siesta, ese delicioso invento al que más de uno no puede resistirse. La siesta diaria de menos de 45 minutos favorece la disminución de la tensión psicológica ya que, rebaja la presión arterial.
Esta claro que dormir bien es muy importante en este mundo tan ajetreado en el que vivimos. Y es que, un buen descanso hace que veamos las cosas de otro color pero, no en el sentido figurado. Está comprobado que las personas que duermen una media de 7,7 horas diarias ven las cosas del color que lo son. Sin embargo, a medida que las horas del día avanzan vamos perdiendo la percepción correcta de los colores. Los grises se tornan a un tono más verdoso o rosado. Aunque, estos cambios tienen mucho que ver con el cansancio acumulado y el estado de ánimo de cada persona.

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